domingo, 20 de diciembre de 2009

Un Belén de modistilla


Hay dos cosas, al menos, que envidio de los católicos: una es la confesión, esa amnistía general que se inventaron para liberar la conciencia y el alma del lastre de la culpa y que, como la magia, sólo funciona si uno cree; la otra cosa es la Navidad.
Sin fe y con propensión natural al mal, he tenido que buscar un método para que mis culpas cotidianas no me hundan como pies de cemento, así que no me ha quedado otra que intentar portarme bien desde la mañana para que cuando llegue la noche no tenga demasiado de lo que arrepentirme.

Lo de la Navidad, sin embargo, no lo perdono y, aunque sea sólo un cuento católico, es un cuento ciertamente hermoso al que me gusta volver. Por eso este año he buscado entre mis bolsas de retales y con un pedazo de tela de aquí, otro de allá, unos ovillos de lana, botones y alfileres me he montado un Belén de modistilla que he rematado con una estrella de cinta métrica y un palo de brocheta a modo de bastón. Me ha quedado una María muy flamenca, un José que más que carpintero parece un genio loco y un niño risueño y cabezón. Un nacimiento tan improvisado, al menos, como cuenta el cuento que fue aquel parto de Belén. Quien no recuerde la historia, que la relea. Si no, que la escuche.
Aquí la canta Berrogüetto. Se llama Nadal de Luintra.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Gata entera


Está bien sentirse única, original y diferente, pensar y hacer cosas audaces que algunos no entienden, pero casi siempre lo que nos hace sentir mejor a todos es ser normales y, sobre todo, sentirnos comprendidos y comprender. Yo, que tengo una gata negra con mucho temperamento y uñas bien afiladas, me he sentido así al leer un artículo de Paco en la revista Nuestro Tiempo en el que habla de los “Caballos enteros” de Manu: Zezeré y Golegá.

Zézere y Golegá pueden ser enganchados al coche de competición, pero hacerlo resulta una ceremonia complicada, atenta, que no está al alcance de cualquiera. Una vez enganchados, se sincronizan como uno, pero no pueden pastar juntos ni con otros caballos, porque se enzarzan muy fácilmente hasta con los ponis. Mi amigo los prefiere porque son mejores y más seguros, aunque dé más trabajo criarlos y dirigirlos. Sobre todo, los prefiere porque le gusta respetar la naturaleza de las cosas, de los animales y de las personas. Castrados serían más dóciles, menos nerviosos, pero él los quiere enteros”.


Casi lo mismo me explicó el veterinario cuando hace ya bastantes años le pregunté qué pasaría si esterilizara a Elsinha. Me dijo que, además de no tener celo, sería más dócil y más cariñosa y que lo único que tendría que controlar a partir de entonces sería su dieta, porque al castrarlos los gatos pierden esa cualidad innata que les permite comer sólo lo que necesitan y que explica por qué hay gatos domésticos obesos. Ni que decir tiene que la idea de arruinarle a mi gata el carácter, la libertad de afectos y su envidiable figura me pareció como cambiarla por un peluche a pilas que ronronease e hiciese miau, así que ahí se quedó el asunto y creo que ni siquiera volvimos por la consulta.

Dejarla ser como es me ha valido en este tiempo unos cuantos bufidos; cientos y cientos de arañazos, no todos malintencionados; una admiración infinita por su agilidad, su gracilidad y su sigilo; unos cuantos cientos de carcajadas por su curiosidad malsana y una gratitud que sólo unos cuantos podrán dimensionar por sus espontáneas y en ocasiones sorprendentes manifestaciones de afecto. A ella ser como es le ha valido los adjetivos de antisocial, arisca, loca y fiera. Hay quien todavía me pregunta, al ver los bajos de mi sofá deshilachados:

-¿Pero no le cortas las uñas?

-Es que es una gata... -sólo atino a responder.

Ya sé que lo que cuento no tiene mucho que ver con lo que quería decir Paco en su artículo y que tampoco tiene una dimensión clásica ni universal que mi gata sea negra, temperamental y entera como Zézere y Golegá lo son, pero ahora que ella ronronea tumbada sobre mi antebrazo derecho mientras escribo con tres dedos de la mano izquierda pienso que si yo fuese una gata me gustaría que me diesen la oportunidad de ser como ella es, que me dejasen ser como soy, y que prefiriesen mi caricia y mi bufido felinos a la zalamería de un peluche adulterado.

Nota: La imagen fue tomada el día que decidió abrir un ventanuco en el estor, que, por otra parte, ya estaba bastante consumido por el sol.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Última carta a los Reyes


Queridos Reyes Magos:

Quizá sea un poco pronto para escribiros, pero como Carrefour ya me ha mandado el catálogo de juguetes y el formulario para redactar esta carta había pensado que quizá por una vez -y más ahora con la crisis- es hora de pedir, por si las existencias se acaban.

Después de hojearlo, sin embargo, ya no sé si pedir regalos o explicaciones. Porque yo quería una cámara digital y claro que la encontré en el catálogo -tiene 150 páginas-. Pero aunque sacar una foto es un acto del todo neutro, donde no se requiere más que vista en un ojo y movilidad en un dedo, la máquina en cuestión se presenta en dos modelos: azul con estrellas y rosa con corazones.

¡No, no! No me deis explicaciones todavía ni digáis que puedo elegir el color que quiera, no seais políticamente correctos, por favor, porque ya no me lo creo. Quizá lo creí durante un tiempo, cuando vi por ejemplo que a mi sobrino le traíais una muñeca cuando tenía uno o dos años, pero dejé de creerlo cuando, al cumplir los tres, pidió una bicicleta de su color favorito y, a instancias de su abuelo, acabasteis trayéndosela azul por miedo tal vez a que si fuese como él quería, rosa, acabara volviéndose gay. No me digais entonces que yo puedo comprarme una cámara azul. Ya no me trago esa trola.

Tampoco puedo, por el mismo motivo, pediros un ordenador, que también me haría ilusión, porque el que me he encontrado en el catálogo dos páginas después hace la misma selección natural: tenemos el modelo Mickey, rojo, negro, verde, azul... y el modelo Minni, rosa, rosa, rosa y blanco, y con forma de corazón. Y, con mi inocencia pueril, me pregunto: ¿Qué ocurre? ¿Los hombres no tenéis corazón? ¿O es, más bien, que las descorazonadas somos nosotras y por eso, desde niñas, nos metéis la víscera que nos falta por los ojos?

Sigo viendo el catálogo y prefiero obviar los modelos verdes y ¡rosas! de los teclados, consolas y bolígrafos de Pocoyó. Eso es una nimiedad. Opto por pasar directamente a la parte rosa del asunto, a las páginas con encabezamiento rosa, las del centro de maternidad, el centro de belleza, la peluquería, las cunas, las mesas de comiditas, esas donde aparecen niñas dándole el biberón a sus bebés, empujando sus cochecitos... donde en cuatro cocinas aparecen cinco niñas y ¡un niño! Pasamos también a esas otras, también rosas, de la barby, donde te preguntan: ¿Qué fashionista eres tú? Y te aseguran que de las seis muñecas que te presentan ¡cada una tiene una personalidad! ¿Saben lo que están diciendo?

Y saltando la página también rosa de Hannah Montana, paso ya a otras dos donde domina el naranja y aparecen niños con disfraces de superhéroes. Niños, sí, vestidos de superman, batman, power ranger, marciano con poderes... ¿Y las niñas? Pues una de cenicienta con vestido azul, otra de princesa barbi con vestido rosa y un combinado de High School Musical con una animadora y otras dos niñas con ademanes de señorita pepis. Ese es el abanico de atuendos. Y a partir de entonces comienza el mundo azul...

Y azules son los coches, naves, personajes fantásticos, maquetas futuristas, guitarras, sables, robots, camiones, el barco pirata de Peter Pan, el camión safari de Tarzán, el castillo del Rey Arturo, el taller de bricolaje, el set de construcción espacial, el barco y el helicóptero de rescate, el volante Cars, el estadio de carreras, el tren eléctrico, el plató de televisión, el parque de bomberos, las urgencias hospitalarias, el scalextric y los coches teledirigidos.

Y en las siguientes páginas naranjas, las supuestas unisex, el azul y el rosa siguen marcando algunos juguetes: Genio Smart y Girl PC; las pizarras donde un niño dibuja edificios y un avión y una niña pinta -¡en rosa!- flores y corazones; el Moon Sand Construcciones o el Moon Sand Ponies (estos rosas y lilas con corazones y manejados por dos niñas)... Y después -¡por fin!- muchos juegos de mesa con colores neutros entre los que yo -¡por fin!, repito- puedo elegir sin fijarme en los colores.

Y cuando parece que eso va a ser todo, queridos Magos, aunque no sea poco, llega todavía el capítulo de vehículos de motor, donde hasta los correpasillos van pilotados por niños y en cuatro páginas la única niña que se ve en un coche va ¡de copiloto! mientras el volante lo maneja un varoncito. Pensé que no podía encontrarme más sorpresas, pero me bastó con volver la página para toparme con una guinda en el apartado de bicicletas para niños y niñas de 2 a 5 años: la roja es Max Bombero, con casco y extintor; la rosa, Pretty Girl, con casco y ¡portamuñecas!, un elemento indispensable que no falta en ninguno de los modelos rosa y que en los rojos o azules se sustituye por un práctico portaobjetos.

Y así las cosas ya no quiero regalo. Ni regalo ni explicación ni nada. Así no quiero más Reyes. En este mundo donde reina la oferta y la demanda, paso de vuestro catálogo transnochado que nunca hará soñar a las arquitectas, conductoras, astronautas, bomberas, carpinteras, maquinistas, doctoras y heroínas de mañana.

Espero encontrar de aquí al 6 de enero unas Magas que no me hagan trucos ni trampas. Desadme suerte.


Vuestra (hasta ahora),


Yo.


P.D: en la imagen, mi sobrino trata de evitar que se le caiga la niña mientras conduce la bici azul que le trajisteis a los tres años y que no tiene portamuñecas.