lunes, 22 de marzo de 2010

Días para perderse

En días como hoy, en los que he visto campos saturados del amarillo de los chuchameles, teclear en el ordenador me da más alergia que cualquier polen. También me la da revisar el correo electrónico, chequear mi Facebook o enterarme de lo que ha pasado en el planeta a través de cualquier web.

En días como hoy, en momentos como este, me resisto a volver a ese mundo que ni se toca ni se huele; a ese espacio donde a veces no se puede ni escuchar.

En días así, mientras pongo a prueba hasta el límite la flexibilidad del domingo, me aferro a este boli negro, al cuaderno de tapas duras forradas de tela roja en el que escribo, al libraco de casi setecientas páginas que me sirve de escritorio. Y navegando sobre esta tabla de náufraga, sólo quiero que me sature los oídos el ronroneo próximo, que me cosquillee el pelaje suave y gatuno; sólo quiero prestarme, en cualquier sentido o en todos ellos, a lo que pueda tocar, oler, gustar, escuchar o ver dentro de esta habitación.

En días así, sólo puedo querer que este mundo de carne y hueso dure siempre... y que los días como mañana dejen de existir.


(Escrito por el método tradicional de la tinta y el papel poco antes de la medianoche del 21 de marzo, recién estrenada la primavera)