lunes, 8 de diciembre de 2008

Otra vez la AP-9

El otro día me pusieron una multa. Me llamó mi hermano, el propietario oficial de mi coche, para decírmelo. Se rio de mí lo que quiso.
-Ibas a 138 por la AP-9 a la altura de C-Crecente, kilómetro 86 -creo que dijo-, a las 13.48... Y no digas que no porque se ve muy clarita la matrícula en la foto del radar.
Y yo me reí con él:
-Pues si era a esa hora que la pague mamá, que seguro que yo iba apurada para llegar a comer.
Ayer, después de la comida de santa Conchi, que es mi madre, le di a mi hermano los 70 euros de la multa -100 euros menos el 30% de bonificación por pronto pago- para que me los ingresase él en el banco.
Poco después, cuando repartía besos antes de meterme de nuevo en la AP-9 de regreso a A Coruña, mi cuñada, que es muy madre, me devolvió el beso con un "Vete con cuidado" y mi hermano se apuró a apostillar:
-Y no pases de 120... -se rio otra vez de mí.
No fue por hacerle caso, pero lo cierto es que, como venía sin prisa y escuchando musiquilla tranquila, mantuve el pie a raya y sólo me pasé del límite de velocidad por despiste. Al llegar al kilómetro 85, más o menos, iba así, a 120, y cantaba una canción de Jarabe de Palo. "Hay dos días en la vida para los que no nací...", entonábamos Pau Donés y yo a esa altura. Pero enseguida tuve que callar al ver en la curva que tenía a 50, a 100 metros un extraño baile de luces que me puso rígida en el asiento. Levanté el pie del acelerador y tuve la certeza de que ese accidente -no podía ser otra cosa- era mi accidente. No sé si frené o no, ni recuerdo por qué carril circulaba cuando los coches chocaron, lo único que tengo grabado es que yo iba por la izquierda cuando me encontré de frente con un coche parado, un coche que parecía más bien un cubo de metal sin ninguna luz. Me cambié de carril y enseguida escuché un frenazo detrás, como de otro coche que trataba de reaccionar a lo imprevisto.
Creo que fue después de esquivar el coche accidentado cuando bajé el volumen de la música para poder concentrarme en todo aquello; quizá fue al intuir el choque, no sé. Lo que recuerdo es que antes de sentirme a salvo, vi otro coche más en el arcén y, aunque no sé por qué razón, pienso que había todavía un tercero. Y los tres parecían piezas de desguace, sin personas dentro.
Aún tardé unos segundos en darme cuenta de que aquel accidente no era mi accidente. Cuando estuve segura de que era así, mis nervios se rompieron en un sollozo, en dos, en unos cuantos más.
Llegué a A Coruña con temblor en las piernas. En los brazos también. Y durante todo el camino no pude dejar de pensar en que si hubiese ido a 138 quizá no pudiese escribir esto.
O quizá sí.

1 comentario:

pau dijo...

Caray! Qué angustia! En serio, hay que ir con cuidado, aunque después los sustos den para escribir...