domingo, 4 de enero de 2009

Vida nueva

A Moha, que es musulmán, le llegó la Navidad adelantada. Hace unas semanas se presentó en el periódico donde yo trabajaba y le preguntó por mí a la chica de la centralita:
-¿María?- le interrogó ella mientras, seguramente, comenzaba a registrar sin reparo los detalles de la enorme planta de Moha y de la impresionante belleza de la chica que lo acompañaba- ¿Qué María?
-María la periodista- precisó él.
-Pero es que aquí hay muchas Marías periodistas...- apostilló ella, que se ufana de estar muy bien informada, como si en lugar de telefonista fuera portera.
Como en un juego de pistas, Moha aventuró un dato más.
-Su novio también es periodista y trabaja aquí.
-¿Y cómo se llama?- continuó ella, que quizá entonces se había fijado ya en la piel fina de la chica, en sus uñas tan bien arregladas y en su vestir europeo.
-Se llama... Se llama... jefe- respondió Moha, y seguro que lo hizo ya con su sonrisa grande, consciente de lo difícil que se estaba volviendo una búsqueda que le había parecido tan sencilla.
Al poco de que la chica de centralita hiciese una llamada a una extensión interna, apareció en el vestíbulo del periódico una periodista con una libreta y un bolígrafo, de nombre Marta en lugar de María, pero también con novio periodista y jefe en ese medio.
-Ésta no es- parece que sentenció Moha.
Le hicieron falta tres pistas más -alto, con barba y gafas- para que la telefonista nos acabase de poner cara.
-¡Ah...!- concluyó por fin ella, y en unos segundos le aclaró que yo ya no trabajaba allí y que el novio periodista no se encontraba.
A cambio de esta información, Moha tuvo que contarle lo que pretendía contarme a mí: que no venía a darme ninguna noticia, sino a presentarme a aquella alta, preciosa y jovencísima mujer, a su mujer, a la que ni siquiera había podido ver el día de su boda -por poderes- y a la que llevaba meses intentando traerse a España. A mí, por teléfono, acabó de contarme el resto: que estaba recién llegada de Senegal vía Lisboa, que se quedaría de vacaciones y que él era feliz. "Hacían una pareja...", me resumió días después la telefonista, mordiéndose el labio admirada, tras contarme con todo detalle la escena.

La siguiente vez que vi a Moha tenía la mirada brillante, húmeda por momentos. Me contó que Mariam ya se había ido, que había arreglado papeles aquí para poder regresar con un trabajo, pero que no sabía cuándo podría ser eso. Le recordé la última conversación que habíamos tenido meses atrás, cuando la llegada de Mariam parecía casi imposible y cuando él, para no hundirse, repetía las palabras que su padre le decía por teléfono: "Moha, tú eres fuerte, tú eres un león".
-¿No ves como todo se va arreglando?
-Sí, poco a poco...- me dio la razón, y ese día siguió contándome cosas mientras jugaba con un mechón de mi pelo entre sus dedos, cariñoso como un niño pequeño, saudoso como un enamorado.

El día 31 de diciembre Moha cumplió años, pero su regalo debió de llegarle tres días antes. Mariam tenía previsto aterrizar en Peinador el domingo 28 por la noche. Para quedarse. Moha me contó que trabajará en Ourense, donde él tiene una familia autóctona que lo ha adoptado de corazón; me dijo que él ya planea pasarse allí los días que en A Coruña hay menos trabajo. Moha me contó también, con sus palabras claras y esenciales, hechas de agua y pan, lo mucho que la quiere, lo mucho que ella lo quiere a él. Me contó sus planes, su historia, sus torturas...
Y otras cosas de su amor que aquí no se pueden contar.

2 comentarios:

Ana Ballesteros Pena dijo...

Me alegro mucho por Moha y por Mariam. La verdad es que en esta globalización, en muchas ocasiones, llena de fronteras absurdas e imposibles de romper, generar pequeñas fisuras y que historias como ésta vayan teniendo solución, es una gran noticia.
Un bico, Ana

pau dijo...

Qué dulce que haya historias así, de vez en cuando.