domingo, 17 de enero de 2010

La titiritera errante

El año nuevo ha traído buenos propósitos y esas cosas, pero se ha llevado a Lhasa de Sela. Lhasa era una chica que descubrí hace tres o cuatro años y que tenía cara de no irse a morir nunca. Había nacido hace 37 años en el estado de Nueva York, hija de mexicano y estadounidense, y desde los 19 años vivía en Montreal. Por eso, componía y cantaba en inglés, en francés y en español con el mismo desgarro unas veces, con la misma nostalgia otras, con la misma exquisitez siempre.

Su historia la recordó hace unos días Carlos Galilea en un obituario en El País, en el que la llamaba ángel errante.

A mí me tenía más bien cara de titiritera, de maravillosa titiritera. Cara de no irse a morir nunca.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también tenía un autobús. Bueno, era una furgoneta, y aunque lo intenté, nunca pude ser más que un amago de titiritero. Nos queda soñar lo que sería recorrer el mundo como ella.

Te comprendo cuando dices que los titiriteros como ella nos parece que nunca mueren. Quizás porque como ocurre con las golondrinas, vuelven todos los años. Aunque las que ahora vemos, no sean las mismas golondrinas, ni los mismos titiriteros de nuestra infancia.

María B. dijo...

¿Amago de titiritero? Anda ya! Tú eres un titiritero como la copa de un pino!