
Era yo entonces muy joven, muy inexperta y rebosaba productividad; era él ya mayor, veteranísimo y parecía vivir ajeno a aquel ritmo laboral que a nosotros nos tenía deslomados y, a veces, hasta insomnes.
En contra de lo que alguien pudiera estarse ya imaginando, él era de los que llamaba a las personas por su nombre. Él, que veía nuestras firmas un día tras otro en su periódico; él, que parecía saberlo todo, pese a salir muy poco de su despacho; él cruzaba algunas mañanas la pequeña redacción y, en tono seco pero muy correcto, decía para que los tres o cuatro que estábamos allí lo oyésemos muy claro:-Buenos días, Bea.
Y mi jefa, que era todavía más productiva que nosotros y se marchaba a veces pasada la medianoche, respondía también seca y correcta:
-Buenos días.
Y el resto de las reses de aquel establo nos sentíamos eso: ganado.
2 comentarios:
E digo eu, as vacas, que saberám elas de marketing e relaçoes públicas? Uma coisa é chamar pelo nome e outra saber quem é quem...
E como non van saber as vacas, Pauliña? De marketing non che sei, pero de cariño... todo.
Publicar un comentario