lunes, 13 de octubre de 2008

Con los pies en la arena

Yo hoy, como Paula, estoy muy poco elocuente y las pocas palabras que me salen son malas palabras. Pero necesito dejar constancia de que hoy estoy así. Es lunes; largo, aburrido, un lunes sin sol. Y hoy, justo hoy, el día que, por ejemplo, me he acabado de leer un librito simpático y comprometido que se llama Made in Galiza, me ha llamado al trabajo, también por ejemplo, una conocida para invitarme a entrevistar a algún representante de la Mesa por la Libertad Lingüística. Malas palabras se me han juntado en la garganta, aunque no las he dejado salir. Pero ahí estaban, pidiendo guerra, poniendo la guinda al lunes aburrido. Es sólo un botón de muestra, como digo.
Y ahora, a estas horas, tres cosas -sólos tres cosas- pueden salvarme el día: nadar y recordar que los peces no son asalariados ni están nunca aburridos; tumbarme y sentir unos dedos amorosos que van deshaciendo la rigidez que me acartona el cuello; o descalzarme y hundir los dedos de los pies en la arena, a medio metro sólo del mar. A esta hora y por circunstancias diversas que no voy a detallar -unas por obvias y otras por íntimas-, las tres cosas me resultan imposibles y he tenido que buscar una solución de emergencia en dos pasos:
1). Crear un momento Chopin, que no es otra cosa que dejar que las teclas amorosas de los nocturnos de Chopin me martilleen delicadas -como los peces de río que se acercan a mordisquear los pies- desde la nuca hasta los hombros (a quien se atreva a hacer un comentario le regalo una copia de los Nocturnos de Chopin interpretados por Claudio Arrau. Palabra)
y 2). Rescatar la foto del caminante y conquistador de esa orilla. Me lo encontré una mañana de hace poco y doy fe de que todas las huellas de la playa -tan bien alineadas, tan limpias en la arena- eran suyas. Yo en la playa -no en la suya, que es la de San Amaro, sino en la mía- no corro, sólo camino, pero, mientras escucho el piano que ya -¡ya!, sí, Chopin es mágico- ha convertido en una articulación flexible mi cuello mártir y veo esa foto, siento ese masaje infinito que sólo la arena sabe hacer en los pies. ¿Exagero? ¿Sigo con la cursilería otoñal? Sólo quien no lo ha probado se atrevería a ofender así. Si Chopin es mágico, la arena es abracadabra, lo juro. Podría intentar describir lo que hace, pero ya he dicho que hoy no tengo palabras buenas.
Que descanséis. Que descansemos todos. Con magia potagia si es preciso.

4 comentarios:

pau dijo...

Siempre entro a las provocaciones.. será por lo del zodíaco ;)
Dejo un comentario: me fascina tu cursilería otoñal. Me fascina que te encuentres con Chopin igual que yo me encuentro con Beethoven y sobretodo con Bach y este sábado triste pasado, con el flamenco.. ese que te hipnotiza y reconcilia.
Me fascina tu foto con la fe de esas huellas. Me gusta tu manera de estar "malagusto" dentro del lunes. Comparto la contrariedad de esa "libertad lingüística" provocadora...
Como me gusta conocerte/ros!

Anónimo dijo...

Yo soy del único signo venenoso, así que...
Pero hoy no hay peligro porque he ido a hacer el pez -o el pato, según se mire- a la piscina y estoy como una malvita. Pero no me olvido, doña Paula, de que ha resultado usted agraciada con ¡¡una estupenda copia de los Nocturnos de Chopin!! de la que se le hará entrega en fecha próxima por determinar.
Parabéns! E beijos.

Anónimo dijo...

María, quedas enlazada con tu cuadernillo verde a mis Farrapos de Gaita. Ánimo y a seguir así.
Nos leemos!

Anónimo dijo...

Hombre, Luis, me siento muy honrada! Seguimos leyéndonos, sí.

P.D. Tú también te has ganado tu copia de los Nocturnos. No se me olvida.