El de la foto es el escaparate de La Gran Antilla, en la calle Riego de Agua, una pastelería centenaria de la que los coruñeses hablan maravillas. He probado sus bombones y están muy buenos, sí, pero no tienen allí nada tan rico como lo que reparten a última hora del día en una confitería de extrarradio. Se llama Vega, está en Chapela y, según me han dicho, organiza una fiesta cada tarde cuando los pasteles que no se han vendido durante el día salen a la puerta para llenar las bocas de los niños, que ya sobre aviso, esperan el festín de crema, nata y chocolate. "¿Quiere un pastel?", preguntan las chicas cuando pasa un viandante.
Esos pasteles sí que saben a gloria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario